sábado, 17 de septiembre de 2011

Introducción

Llevo todo el fin de semana sin aparecer por csa, la verdad tampoco me importa, desde que mis padres se separaron mi vida cambió por completo.
Me voy a presentar soy Samanta Méndez, Sami para los amigos y puede decirse que soy bastante... rebelde.
Mis padres se separaron hace dos años, cuando yo tenía 13 años, me acuerdo todavía a la perfección de aquel día, el día que me hizo cambiar por completo.
Yo estaba haciendo mis deberes como cualquier tarde de martes, mi madre estaba en el salón y mi padre había ido a comer con sus amigos, hacía ya tiempo que discutía pero yo intentaba mantenerme al margen, pero esta vez fue distinto,
Escuché como mi padre cerraba la puerta de un portazo, iba al salón y tiraba las llaves a la mesa, también escuché como mi padre subía las escaleras, parecía que le costaba bastante, sus pasos se acercaban a mi habitación.
- Hola hija . - se notaba que estaba ebrio.
- Papá, ¿estás bien?
- Perfectamente.
Mi madre se despertó y le dijo a mi padre que bajara, se le notaba algo mosqueada, y de nuevo como tantas otras veces empezaron los gritos, pero esta vez acabaron peor, mucho peor.
Escuché como alguno de los dos tiraba algo al suelo y luego un gran estrundo hizo que me levantara de la silla y bajara corriendo, y ahí fue donde todo cambió, vi a mi madre tirada en el suelo, mi padre tenía un cenicero en la mano lleno de sangre, me miraba con la respiración algo agitada y con odio en sus ojos.
En ese momento no sabía como me sentía, me quedé quieta, viendo como mi madre estaba tirada y mi padre se marchaba, pude reaccionar unos minutos después, las piernas me temblaban, parecía que me iba a derrumbar en ese momento, bajé las escaleras lentamente intentando respirar aunque parecía que el oxígeno me faltaba, en ese momento cualquier niña de 13 años se pondría a llorar pero yo no, yo estaba seria, y no expresaba nada en mi cara.
Me arrodillé ante mi madre, la cabeza le sangraba derramando un gran charco de sangre a su alrededor, entonces sí, en ese momento fue cuando las primeras lágrimas brotaron de mis ojos, haciendome sentir impotente.
Me levantñe y fui corriendo a la casa de los vecinos. Una señora mayor a la que solo conocía de verla por la calle abrió la puerta, me miró de arriba abajo, tenía los ojos abiertos, parecía que no daba crédito y es normal, ya que se le presentó en la puerta una niña de 13 años, llorando y llena de sangre.
- Por Dios pequeña ¿ Qué ha pasado ?
- Mi madre - cogí aire - ayúdeme por favor - empecé a llorar desconsoladamente.
La mujer salió corriendo hacia mi casa dejándome sola en su puerta, cuando entró se escuchó un grito, debería ser de la señora por la sorpresa.
Salió de nuevo de la casa y se acercó a mí con lágrimas en los ojos, puso sus manos sobre mis hombros y me invitó a entrar en su casa.
Me senté en un gran sofá de cuero, su casa era bastante rústica, tenía muchos cuadros que la verdad me daban algo de miedo, en el salón destacaba un gran sillón amarillo chillón que no pegaba nada con la casa pero parecía ya bastante viejo.
La señora llamó por telefóno a la policía supongo, me miró y se sentó a mi lado.
- ¿ Quien ha sido ?
La miré algo descofiada, no sabía muy bien sin contestarle, me miró y puso una sonrisa bastante forzada.
- Lo entiendo, no quieres contarme nada, pero tranquila, la policía ya está en camino. - La señora hablaba con un tono bstante pausado, tranquilo.
Yo no hablé en toda la tarde hasta que llegó la policía y me preguntó que había ocurrido aquella tarde.
Pillaron a mi padre y lo condenaron a 10 años. ¿Y qué pasó conmigo ? Os preguntareis. Pues bastante sencillo, el único familiar que quedaba vivo en la familia de mi madre era mi tío Roberto, era bastante pasota, algo no muy normal, pero mi tío es de todo menos normal, tiene 35 años y es soltero, trabaja de cajero en un super mercado cerca de su casa, que ahora es nuestra casa, si se le puede llamar así ya que es un pequeño apartamento, primera planta, una cocina bastante pequeña, dos habitaciones también muy pequeñas y un solo cuarto de baño.
Bueno y ahora solo me queda describirme a mí misma, como os dije antes soy bastante rebelde pero tampoco tengo ningún impedimento en hacer lo que quiera ya que mi tío Roberto pasa de mí completamente. De pequeña era la típica hija ejemplar, sacaba todo sobresaliente, tenía un pelo rubio platino, largo y muy bien cuidado, mis ojos eran verdes intensos y siempre tenía una sonrisa en la cara, pero ahora... Ahoramismo tengo el pelo negro, mis ojos fueron apagándose y ya casi no se distingue el verde, y el colegio, voy a dejarlo a los dieciséis ya que este curso no me ha ido muy bien.
Bueno y esta es mi gran vida, ahora mismo estoy en no se donde con... ¡JODER! ¡NI ME ACUERDO DE SU NOMBRE!
- Bueno días guapa - sonrió.
- Buenos días - estaba algo confusa, me cababa de despertar en una cama, totalmente desnuda al lado de un tío que ni se como se llama.
- No te acuerdad de nada ¿verdad?.
- Pues no ¿esta es tu casa?
- Si, y soy Carlos, nos presentó Fernando.
Yo sonreí aunque estaba echa mierda, parecía que en la fiesta de ayer me pasé un poco, me dolía la cabeza, bueno doler se queda corto parecía que me iba  explotar.
- ¿Quieres un café?
- Vale.
Carlos se levantó de la cama dejando sus encantos al aire, la verdad es que el chico estaba bastante bien, tenía el pelo rubiazgo, los ojos con un azul intenso, un cuerpo muy bien cuidado y un culito...
Se puso unos pantalones y salió de la habitación, yo me levanté de la cama, tapada con las sábanas y observé un poco el cuarto, era bastante amplio de un color rojizo, tenía varios cuadros modernos y un gran escritorio al lado de la ventana.
Me puse la misma ropa del día anterior, olía algo a alcohol pero me daba igual, eran unos shorts negros con una camiseta básica, unas chaqueta negra y unos taconazos negros.
Me miré en un pequeño espejo que había al lado del armario. mi pelo estaba algo alborotado asi que decidí hacerme un moño.
Carlos entró con una bandeja y dos tazas de café, las puso sobre el escritorio y me cedió una taza.
- Bueno, ¿quieres que te lleve a casa?
- No gracias.
Me tomé el café lo más rápido posible y cuando lo terminé me despedí de Carlos.
Salí y vi una parada de autobús, busqué si alguno pasaba cerca de mi casa y tube suerte, iba a pasar uno en pocos minutos.
Me senté al lado de un chico muy bien vestido, llevaba una camisa a rayas, unos pantalones de pinza y unos zapatos que parecían bastante caros.
Me acordé de que en todo el tiempo que estube en la casa de Carlos no había mirado la hora, miré a las muñecas del chico que estaba a mi lado, tenía un reloj bastante caro.
- Perdona, ¿tiene hora?
- Si, son las dos y media. - El chico se giró, era bastante mono, tenía el pelo muy bien peinado era de un negro intenso y sus ojos tenían un tono grisáceo muy bonito, era bastante guapo.
Miré hacia el cielo, hacía bastante calor y me quité la chaqueta.
- Me llamo Jesús, encantado. - Me cedió la mano.
- Samanta - Se la estreché.
Por fin llegó el autobús me levanté y el chico me dio un toquecito en el hombro.
- Espero volver a verte - sonrió.
Yo sonreí aunque estaba segura de que no lo volvería a ver, no me gustan ese tipo de chicos pijos, además yo no soy de tener novios, soy más de probar y de disfrutar la vida.
Me senté en unos de los asientos de atrás, este barrio estaba bastante alejado del mío ya que era uno de los más caros que había.
El móvil me sonó, era Maca mi mejor amiga, es algo loca pero la quiero.
- Dime Maca.
- ¡Sami! ¿Donde estás?
- Pues rumbo a mi casa ¿Por qué?
- Pues que mañana tenemos exámen de historia y quería preguntarte su has estudiado aunque conociéndote...
- Maca, sabes que yo no estudio, no so quiera sé si iré a clase...
- Bueno, te tengo que dejar que mi padre ha llegado y como me pille que no estoy estudiando me mata, un besito ya hablamos y e cuentas que tal te lo pasaste ayer.
- Vale cariño, un beso - colgué.
La verdad, a los padres de Maca no les caigo muy bien y no los culpo porque no soy una buena chico, ni lo quiero ser. Maca en cambio es muy buena, siempre está estudiando aunque ella es más de cinco que de diez, pero por lo menos aprueba y se esfuerza, lleva saliendo ya un añon Fernando y parece que eso va para largo ya que se quieren muchísimo. Físicamente es bastante guapa, tiene el pelo castaño claro y algo rizado aunque ella siempre intenta alisárselo, tiene unos ojos oscuros pero su mayor rma es su sonrisa, tiene unos dientes perfectos y blanquísimos.
El autobús por fin paró, no había nadie en él, solo una señora bastante mayor que me sonaba de algo pero no se de que.
Bajé del autobús, y la señora detrás mia.
- ¿Samanta? - La señora parecía algo aombrada.
- Si . - Yo estaba algo desconcertada.
- Soy tu vecina, la que bueno....
- No hace falta que lo diga ya me acuerdo.
- ¿Y qué tal te va? - Puso una sonrisa bastante cálida.
- Pues me va bien... - Sonreí falsamente.
- ¿Qué te pasa? - La señora se había dado cuenta, mierda.
- No me pasa nada, enserio.
- Te invito a comer y me cuentas.
Puso una de esas sonrisas que no puedes negarte, entonces tube que asentir y sonreir, aunque no tenía ninguna gana, solo quería tumbarme en mi cama.

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